
Freedom Socialist Vol. 17, No. 4 January-March 1997
La despiadada guerra global contra las mujeres
por Linda Averill
EN LOS ESTADOS UNIDOS, el número de hogares con padres
solteros que reciben asistencia pública o welfare se ha triplicado
a partir de los años 60 y son en su mayoría hogares de mujeres
solteras. El Congreso con mucha razón denomina esta situación
una crisis nacional. Sin embargo el problema, según los patriarcas
legislativos, no es la economía que no proporciona a las mujeres
guarderías ni salarios suficientes; el problema son los nacimientos
"ilegítimos" y las familias sin padre. Su solución
es la siguiente: negar la asistencia pública a estas familias despreciadas.
En Afganistán, cuando los fundamentalistas islámicos tomaron
Kabul en septiembre, sacaron a las niñas y mujeres de las escuelas
y del trabajo y las mandaron a su casa. Las mujeres que aparecían
en público sin cubrirse de cabeza a pies eran apaleadas en las calles.
El Taliban está hecho de la misma tela política que
el mujahideen, o sea los guerrilleros patrocinados por los Estados
Unidos que pelearon contra el gobierno de Afganistán apoyado por
la Unión Soviética en los años 80.
En México, las dos terceras partes de los trabajadores de las
maquiladoras son mujeres. Por unos cuantos dólares al día,
trabajan largas horas en empresas exportadoras que las explotan y cuyos
propietarios son corporaciones transnacionales como Sony. Los abortos involuntarios
y las lesiones son comunes debido a que las leyes ambientales y de seguridad
en el trabajo no existen, ni existirán gracias a NAFTA.
Por otra parte, en Las Filipinas, las mismas mujeres son el artículo
más exportado, con frecuencia como mercancía sexual. A estas
mujeres las mandan a todas partes del mundo como "animadoras",
"ayudantes domésticas", y como novias mediante órdenes
postales. Las 300,000 mujeres que se venden anualmente producen 2,000 millones
de dólares, los cuales ayudan al país a pagar los intereses
de una deuda internacional de 38,000 millones de dólares acumulada
por el dictador Ferdinand Marcos.
Cada día es más reconocido el hecho de que los trabajadores
de todo el mundo están enfrentando un profundo intento de minar su
nivel de vida y de destruir sus logros sociales. Sin embargo, esta guerra
contra los trabajadores es, en primera instancia e inevitablemente, una
guerra contra las mujeres, y es este hecho el que nunca se reconoce:
todavía es, en su mayor parte, el secreto sucio del capitalismo.
La subclase femenina. El sistema
de lucro depende inevitablemente del trabajo mal remunerado de las mujeres
en sus empleos y sin remuneración en el hogar. En los Estados Unidos
el promedio de las mujeres trabajadoras gana 74 centavos por cada dólar
que ganan los hombres; después regresa al hogar a trabajar otro turno
adicional gratuitamente.
Para muchas mujeres, la situación es aún más gris
y con frecuencia desesperada.
El 70% de la población pobre del mundo son mujeres, y cuando las
mujeres son pobres, los niños son pobres también. Entre las
naciones industrializadas, los más ricos tienen el porcentaje más
alto de niños pobres: el 22% de los niños de los Estados Unidos
viven en la pobreza. En segundo lugar está Australia con un 14%.
Y a medida que los jefes mundiales de la industria se esfuerzan por mantener
el alto nivel de sus ganancias a través de despidos y de la eliminación
de prestaciones sociales, causan más sufrimiento a mujeres y a niños.
Se les culpa de todos los problemas. Como
en todas las guerras, la guerra contra las mujeres necesita de propaganda.
A las mujeres se les bombardea con demandas contradictorias. La televisión
y las revistas de papel lustroso muestran mujeres "de verdad"
que llevan el tocino a sus hogares, lo fríen en el sartén
y que se mantienen sexy en cada paso de este proceso. Cuando las mujeres
no logran llegar a estas normas de fantasía, entonces son ellas
a quienes culpan los medios de comunicación, los políticos
de todos tipos, los tiranos religiosos y la derecha.
Además, tanto el hecho de ser culpadas como sus consecuencias
afectan más a las mujeres menos capaces de satisfacer estas normas.
Por ejemplo, las mujeres de color son el grupo que sufre más prescindible
y abuso en toda la fuerza de trabajo, y por lo tanto, tienen más
razón de necesitar la asistencia pública, a pesar de que es
un hecho que éstas no son la mayoría de las personas que la
reciben en los Estados Unidos.
Sin embargo, se les presenta como drogadictas perezosas que tienen bebés
"ilegítimos" sólo para poder seguir recibiendo beneficios.
Por otra parte, las lesbianas tienen el estigma de no ser buenas madres
por naturaleza y por eso pierden la patria potestad de sus hijos.
En todo el planeta las formas de opresión difieren, desde las
normas anoréxicas de belleza hasta la mutilación genital e
infanticidio de niñas, pero la meta es la misma: mantener a las mujeres
en su situación social de segunda clase de la cual depende que puedan
ser explotadas a un alto grado.
El surgimiento de las mujeres. La
Revolución Rusa de 1917 tenía el objetivo, entre otras cosas,
de ser el "golpe" inicial para la liberación de las mujeres.
Sin embargo, el gobierno de los trabajadores fue inhibido por su atraso
material y cultural y atacado por el imperialismo, preparando así,
el camino para el surgimiento del estalinismo y de la traición de
las esperanzas más grandes y de las iniciativas más progresistas
de la revolución.
Hoy día ese gobierno de los trabajadores ya no existe; tampoco
existen los logros que las mujeres habían logrado conservar,
tales como las guarderías, la ausencia por maternidad con goce de
sueldo y el acceso al mundo profesional. El 60% de las mujeres se encuentra
desempleado actualmente.
Pero la guerra no se ha perdido, ni en la antigua Unión Soviética
ni en el resto del mundo. El capitalismo ha hecho víctimas a las
mujeres; es cierto, son el grupo más oprimido de todos los grupos
oprimidos. Pero de la misma forma, esto las ha hecho guerreras, no
sólo en pro de la igualdad de los géneros sino en pro de poner
fin a todo tipo de maltrato y de toda instancia de injusticia. Este
es el secreto más amenazante para los jefes.
El feminismo y la demanda de una transformación radical desde
abajo hasta arriba van de la mano. Ésta es la razón por la
cual todo régimen reaccionario incipiente comienza su reino de terror
ejecutando comunistas y poniendo velos a las mujeres o haciéndolas
invisibles por otros medios.
No es una coincidencia que hayan sido las trabajadoras textiles las que
provocaron la Revolución Rusa, de la misma manera que no es una coincidencia
que sean las mujeres las que están a la vanguardia de los esfuerzos
para crear sindicatos en las fábricas exportadoras de la América
Latina de hoy.
Como lo dijera la feminista y marxista de toda la vida, Gloria Martin,
"Los esclavos de todas las eras se están revelando." Cuando
las trabajadoras se levantan, no puede estar muy lejos una civilización
nueva e infinitamente mejor.